A pesar
de jugar mal y perder en Manizales, Boca aprovechó la promoción del 2x1 y se
llevó la Recopa. El Coco armó un equipo sin enganche y demasiado
tímido.
El festejo medido fue un signo inequívoco de que los
propios jugadores sabían que la derrota que los llevó a una nueva Copa no
merecía descorchar champagne. La obtención de la Recopa se sustentó en ese muy
buen primer tiempo que jugó en la Bombonera. La noche en Manizales fue oscura,
pero no tanto como para privarlo de un nuevo campeonato. De todos modos, más
allá del éxito en una nueva final, la primera en el ciclo Basile, hay aspectos
estructurales en el armado del equipo que merecen revisarse. Ya habrá tiempo
para eso.
La pregunta es simple, pero medular para entender el partido.
¿Qué se debe hacer cuando en el partido de ida se consiguió una buena ventaja y
un gol de visitante casi define la eliminatoria? ¿Es mejor esperar o conviene
salir a liquidar la historia desde el comienzo? Más allá de las consecuencias y
los resultados, quedó claro que el negocio más redondo y el que menos riesgos
conllevaba era salir a atacar a un rival endeble en defensa e ingenuo a la hora
de marcar. Pero no fue ésa la determinación de Basile. Y por eso, Boca debió
sufrir cuando todo indicaba que estaba para gozar de principio a fin.
La
innovadora movida del Coco de sacar a Insúa, el enganche que eligió para su
formación, e incluir en la formación a Vargas habla por sí misma. Si bien el
mediocampo combinó cuatro volantes que saben jugar, la convivencia no fue la
mejor. Hubo duplicación de funciones (Gago-Battaglia, Battaglia-Vargas), poca
presión, posicionamiento demasiado lineal y pérdida de profundidad por los
costados (Neri terminó todas mal). Dentro de este panorama, Boca cedió la pelota
y dejó que Valentierra maneja el juego. Por la libertad que le dieron al
enganche colombiano padecieron los centrales, todavía lentos y sin
sincronización. El plan del Caldas fue lanzar a espaldas de Schiavi y el Cata.
Y, como en la Bombonera, la fórmula dio resultados. El gol dejó a Boca al borde
de la cornisa y con los fantasmas de una cancha hostil (recordar la maléfica
final de la Libertadores 04) absolutamente liberados. Claro, una expulsión
temprana del jugador más peligroso del Caldas, el delantero Chara, limpió el
campo y le dio una bocanada de oxígeno.
Basile intentó una corrección
táctica con el ingreso de Insúa. Fue sólo una solución temporaria. Si bien es
cierto que Boca trabajó más en campo rival, más aún tras la expulsión de
Casañas. Pero no hubo profundidad, se pasó muy mal la pelota, se abusó de la
individual en los últimos metros, no hubo juego asociado y muchísimo menos
voluntad para definir el partido. Hubo un gol de Schiavi para dar un poco de
paz, pero otro gol del Caldas obligó a un final con suspenso.
Lo dijo el
Flaco Schiavi, un multiganador: "Lo importante era ganar la Copa. Y la ganamos".
En parte es cierto. Perder la Copa hubiera desatado, sin dudas, una crisis. Pero
cuando se acallen los moderados festejos, decantarán una actuación deficiente y
un equipo al que todavía le falta rodaje para definir una identidad. Pero con
triunfos y títulos, todo se hace bastante más fácil...
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